Con quién si no ríes hasta sacar abdominales, con quién si no te inventas dietas para luego romperlas, con quién si no buscas excusas para salir de shopping y revolver las tiendas, con quién si no haces filosofía de café para buscarle la vuelta a la rutina, con quien si no…
Las definiciones sobre amistad: relación afectiva entre dos pares y bla, bla… quedan cortas, insuficientes y aburridas para expresar qué significa una amiga. Una amiga es esa loca, payasa, buenita, amorosa, a veces medio madre, a veces medio bruja, que sencillamente “es” más allá del tiempo y la distancia.
Difícil no ponerse sentimental para hablar sobre las amigas y el lugar que ocupan en nuestras vidas. Ocurre que –por naturaleza y gracia concedida- las mujeres en formato “Amiga Mode On” somos altamente cursis.
Somos mimosas y exageradas, nos ponemos sobrenombres originales, nos comunicamos en código de guerra, ideamos símbolos propios, ingeniamos lógicas descabelladas… creamos un mundo paralelo más allá de las circunstancias en donde nos podemos dar el lujo de vivir una suerte de sublime locura desenfrenada.
No adscribo a la categorización “buenas amigas”, “malas amigas”, si son amigas son amigas y punto; el resto es población femenina con la que una convive, comparte.
Tampoco creo en la máxima “las amigas deben estar siempre, en las buenas y en las malas”, las verdaderas amigas pueden no estar en momentos difíciles sin que ello quite que son nuestro apoyo, nuestra espalda; acá se aplica perfecto el verbo to be (ser o estar), prefiero mil veces las que son a las que sólo están. Las amigas –amigazas- son pocas y son aquellas que por mérito propio califican al estatus de hermanas.
Si entre hermanas el parentesco es consanguíneo, entre las amigas –hermanas elegidas- el vínculo es fraterno, cómplice y…todo. Las amigas sí que somos muchos más que dos.
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