Las mujeres a menudo son consideradas – especialmente en el competitivo y agresivo mundo empresarial–como el género más considerado y empático, pues el estereotipo establece que las mujeres somos menos competitivas que los hombres; que somos “pro armonía” y mejores con las relaciones. Pero, ¿son acertadas estas caracterizaciones?
La creencia que los hombres son más competitivos y agresivos que las mujeres es falsa; lo que pasa es que empleamos distintas “tácticas de guerra”.
Un equipo de investigadores dirigido por el profesor finlandés Kaj Bjorkqvist concluyó que las mujeres son igual de agresivas que los hombres, pero de manera diferente. Aunque nosotras no participamos en peleas físicas, nuestra inteligencia social, que es superior, nos permite entablar batallas complicadas y obscuras que buscan destrozar relaciones o reputaciones. Según este investigador, “las chicas comprenden mejor cómo las otras chicas se sienten, por lo que saben mejor cómo hacerles daño”, asegura.
Es decir, en una batalla entre hombres, ellos no tienen la necesidad de crear caos emocional, lágrimas y recriminaciones. Sin embargo, las mujeres somos agresivas y mediante métodos clandestinos, logramos resultados mucho más desagradables.
Por otro lado, los estilos de comunicación y manejo de conflictos son distintos en cada género: los hombres rivalizan de manera abierta, a veces hasta agresiva, y manejan las cuestiones debatiendo, discutiendo y batallando abiertamente para llegar a una conclusión.
Las mujeres, sin embargo, jugamos en la liga del disimulo, manejando las cuestiones de manera encubierta. Y es que nos incomoda que sea evidente lo que ambicionamos, sobre todo, si ese algo pertenece a otra. De ahí que cuando surge la envidia, ésta se manifiesta con conductas sutiles: mentir, no contar toda la verdad, difundir rumores falsos y maliciosos, mostrar una inquietud excesiva por conocer los planes de la otra, lanzar campañas de difamación encubiertas… y la lista continúa. Y de manera irónica, son las mujeres que intentan ser directas y francas, resistiendo la tentación a manipular de manera encubierta y maligna, las vistas como “villanas”. Al tratar de poner los temas sobre la mesa, ellas se encuentran alienadas, desterradas, apartadas a una Siberia emocional que puede durar, de manera dolorosa, demasiado tiempo.
¿Nos auto-saboteamos?
A las mujeres nos es más difícil subir la escalera empresarial y alcanzar el éxito en nuestras carreras profesionales. Por esta razón, lo más lógico sería que nos apoyemos y trabajemos juntas para alcanzar nuestras metas, ¿no es cierto? Si tan solo fuera así…
Resulta que las mujeres somos las primeras en criticar y sabotear a otras mujeres. Estudios demuestran que la mayoría de las mujeres son más duras con otras mujeres que con los hombres; que apoyamos menos a las líderes femeninas y que las tratamos con menos respeto que a los líderes masculinos; que tendemos a rechazar el trabajo de otras mujeres dos veces más seguido que el mismo trabajo realizado por un hombre; y la lista continúa…
Hay varias teorías que intentan explicar ésta dinámica— desde la falta de poder real o percibido y la baja autoestima a una “respuesta condicionada” o comportamiento aprendido (un estudio demostró que las hijas de mamás agresivas y competitivas son más propensas a “ser como mamá”: agresiva y competitiva).
Luego están los psicólogos evolucionistas que proponen que la agresión entre mujeres ocurre como un impulso genético a competir por recursos limitados –un instinto profundo femenino originalmente desarrollado para proteger a nuestros hijos.
Por otro lado, un estudio realizado el año 2009 por Development Dimensions International titulado “Holding Women Back” reveló que las mujeres que son ascendidas en el entorno laboral, tienen poco apoyo por parte de las otras mujeres. Asimismo, el estudio afirmó que no compartimos información o consejos sobre nuevas oportunidades laborales con otras mujeres. Es más, las mujeres triunfadoras atesoran su información, sus pensamientos, aprendizajes y relaciones como si fuesen niñas con dulces después de una piñata. Quizá es porque nadie las ayudó o porque ellas ven a otras mujeres exitosas (o potencialmente exitosas) como una amenaza.
Existe evidencia que las mujeres somos las únicas que nos saboteamos cuando se trata de trepar la escalera empresarial, lo que perjudica aún más el problema de igualdad de género en los lugares de trabajo.
Acéptalo y sigue adelante
La mayoría de las mujeres que sobrevivieron el colegio, seguro han experimentado agresión relacional o hemos sido víctimas de la rivalidad femenina, de una y otra manera... y sabemos cuán devastador (o cansador) puede ser.
Estamos viendo el lado más oscuro de nuestra propia psique. Pero si estamos conscientes y dispuestas a reconocer y ver lo destructiva que puede ser esta dinámica femenina y dejamos de encubrir este tema (por más duro de aceptar que sea), podemos vencerlo y ganar la batalla contra ese “alter ego” desquiciado que todas tenemos. Tendremos más control sobre nuestras acciones de “chica mala” y podremos usar nuestra inteligencia emocional (y espíritu competitivo) de mejor manera.
Debemos aprender qué mujeres alrededor nuestro son nuestras verdaderas amigas del alma (pues sí existen) y reconocer aquellas que con su rasgo seductor y cruel, son nuestras rivales. Si las reconoces, sé inteligente y sabe cómo tratar y hablarle… pero lo que sí, nunca entres en el juego de las pulsetas. Y por último, recuerda que la única forma de romper un círculo vicioso es cambiando tu comportamiento y Ghandi lo dijo de la mejor manera: “Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo”. /
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