¿Te gustaría que Tus hijos crecieran instruidos en la libertad, alcancen la felicidad personal y ayuden a construir un mundo mejor? Para conseguirlo los padres disponen de dos herramientas educativas fundamentales: la ternura y la exigencia
Uno de los objetivos de la educación consiste en ayudar a los niños a formarse una personalidad que les facilite el acceso a su realización como personas y que, por otra parte, les anime a cooperar en la construcción de la felicidad de los demás, es decir, de una sociedad más justa, pacífica y solidaria.
Esto es lo que propone el filósofo y sociólogo José Antonio Marina, en su reciente libro “La recuperación de la autoridad”, en el que analiza los papeles -a menudo desequilibrados y en tensión unos con otros- de la permisividad y la autoridad en el seno de la familia, en la escuela y en la sociedad en general.
Escuchamos muchas voces alarmadas, quejándose de la falta de respeto que se vive en la familia, la escuela o la sociedad en general. Existe en algunos sectores una cierta nostalgia de la autoridad. Pero ¿a qué autoridad se quiere retornar?
Para Marina, “reclamar la vuelta a la autoridad no tiene sentido sin resolver previamente el problema de cómo corregir los excesos sin eliminar los triunfos, o sea ¿cómo vaciar la bañera sin que se nos vaya el niño por el desagüe?”.
Según el escritor hay que “reformular el concepto de libertad, que ha provocado el problema. La libertad no es innata, sino aprendida, no es espontaneidad sino un deber: el de buscar la excelencia. A partir de esta idea, la educación se convierte en una atractiva tarea de padres, maestros, profesores e instituciones”.
“Para ser más feliz, el joven debe aprender el principio de realidad. Ha de ver algunos de sus deseos frustrados y saber que convivir con eso es la condición de la vida humana”, añade Marina.
“La educación es instrucción y la formación de un carácter adecuado para la felicidad y el bien por medio de los hábitos adquiridos”, declara el filósofo y escritor a la revista especializada ‘Psicología Práctica’.
Marina hace hincapié en la necesidad de dar al niño una educación que le ayude a llevar una buena vida y a contribuir al bien de la sociedad: “Una educación que fomente hábitos de inteligencia, del corazón y operativos, que le permitan desarrollar sus capacidades y usar bien su tiempo, talento y energía para llegar a ser lo mejor que se pueda llegar a ser”.
Educar para la libertad y felicidad
“La educación del carácter, que tiene como objeto el aprendizaje de la libertad, debe tener en cuenta la representación del mundo; es decir, la idea que tenemos sobre la realidad, nosotros mismos y nuestra capacidad para afrontar los problemas”, señala Marina.
Para el experto conviene que la representación del mundo que elabora el niño sea lo más veraz posible (los prejuicios limitan la libertad e incitan a la injusticia), así como extensa (con un conocimiento amplio del pasado, el presente y la cultura).
Además, según Marina, la representación el mundo debe ser rica en valores (compasión, respeto por uno mismo, admiración hacia lo excelente, aprecio por la naturaleza), lo cual fomenta su cercanía afectiva hacia los demás, y también dinámica y abierta, amplia en enlaces y asociaciones con otras facetas de la realidad, lo cual amplía sus posibilidades de libertad y felicidad.
“Hay una revolución silenciosa que se está produciendo en el mundo educativo a través de una educación que aporta una visión práctica y significativa para la vida cotidiana y que implica la gestión de las emociones, potencia la creatividad y recupera el conocimiento esencial que señalaban los caminos de la sabiduría milenaria”, señala el psicólogo José Miguel Sánchez Cámara.
“Se trata de la denominada ‘educación transpersonal’, que capacita a padres y educadores para descubrir la esencia del educando (alumnos e hijos) y sus potencialidades inherentes y acompañarle plenamente en su potencial de desarrollo”, explica Sánchez Cámara, coordinador de Educación de la Escuela Española de Desarrollo Transpersonal (EEDT).
“Desde una visión holística de la educación (que contempla la realidad como un todo con sus partes interconectadas) no nos limitamos a los paradigmas educativos centrados en la instrucción y en el desarrollo de la dimensión intelectual, y atendemos también a las dimensiones físicas, prácticas, emocionales, creativas y espirituales del ser humano”, afirma.
De acuerdo a Sánchez Cámara “la educación transpersonal abraza todo aquello que contribuye a una personalidad bien formada, con la intención de educar a una mente más feliz. Se alinea con aquello que impulsa inteligentemente nuestro crecimiento evolutivo, armonizando la vida con el entorno”.
“Esta nueva educación aborda ámbitos como la búsqueda del sentido de la vida, la facultad de distanciarse del ego y la posibilidad de observarlo, el sentimiento de trascendencia, el ejercicio de la creatividad, el desarrollo de la intuición y el servicio a la Humanidad”, señala el experto de la EEDT.
Y añade que este modelo educativo “también incluye prácticas que llevan al autoconocimiento y la sanación emocional tomadas de la psicoterapia, como técnicas de respiración, meditación y atención plena, visualizaciones, mapas de autoconocimiento, presencia en la emoción, comunicación efectiva y perdón sanador”. /
QUICKIE
La próxima vez que tu hijo llegue con un nuevo dibujo, evita decirle “Es tu mejor dibujo!” y dale un halago especifico como: “Es mucho más colorido que el anterior”. Estará más motivado!
No hay comentarios:
Publicar un comentario