La crisis económica y el aumento de la desocupación juvenil golpean en toda Europa, pero es en la vivaz y caótica Nápoles donde signaron el regreso de una tradición que se remonta a los años 60: el sexo en el auto.
Nacida cuando la prosperidad económica de la posguerra caló en Europa haciendo accesibles los autos para la clase media, y consolidada en los años 80 entre las parejitas napolitanas, la tradición volvió a ponerse de moda de la mano de la caída de las bolsas y la suba del riesgo país en el viejo continente.
Y cuando el amor golpea a la puerta, no importa siquiera una sentencia reciente de la Corte de Casación italiana, que prevé una pena de hasta tres años de prisión para quien mantiene sexo en el auto sin oscurecer las ventanillas.
El fenómeno del “sexo automotor”, que llamó recientemente la atención del diario británico The Independent, tiene límites geográficos bien definidos en la ciudad al pie del Vesubio.
El barrio del amor en Nápoles, hoy como en los años 60 -cuando el cierre de los burdeles llevó a los tórridos enamorados a la calle- se despliega entre la colina del Vomero y el elegante Posillipo.
Antiguamente el lugar predilecto de las parejas -a las que rinde homenaje una cómica escena de la película Cosí parló Bellavista (Así habló Bellavista)- era el Parque de la Remembranza, que ofrece una espectacular vista sobre el Golfo y a mediados de los 80 solía estar totalmente colmado de autos estacionados.
Lo recuerda Alfonso, un ex habitué hoy en la cincuentena, evocando el comercio informal que se había creado en torno al “estacionamiento del amor”, y su propia ingenuidad cuando olvidó tapar las ventanillas del auto, exponiendo su sesión amorosa a la mirada de los curiosos.
Hoy en cambio las parejitas se mudaron a la vecina calle Manzoni, donde recientemente recomenzó el vaivén nocturno como en sus mejores tiempos, siempre comprimido en el estrecho habitáculo de los pequeños vehículos juveniles.
Es cierto, sin embargo -observó el Independent- que hay algunas diferencias con el pasado: si antaño los jóvenes eludían el pudor de sus noviecitas fingiendo haber llegado de casualidad a la “calle del amor”, en busca de un punto panorámico, hoy ellas y ellos van conscientemente y sin reparos.
Ayuda al fenómeno el aumento de la desocupación juvenil en el sur de Italia (más del 40% en 2010) y el hecho de que dos tercios de los jóvenes de entre 18 y 34 años se vean obligados a permanecer en la casa de sus padres. Eso sí: también hay detalles que ni el paso del tiempo ni la tecnología consiguieron modificar. Como contó un joven napolitano llamado Lino: “Los tiempos cambiaron, hoy se pueden reclinar los asientos. Pero la palanca de cambios sigue siendo un tremendo fastidio”.
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