Nada quien, desde la adolescencia, debe conocer sobre su cuerpo y sus reacciones aunque, según los especialistas, sobre los 30 años es que las mujeres estamos mejor preparadas y más condicionadas para el disfrute del sexo.
A partir de esa edad, las mujeres poseen una gran ventaja sobre aquellas más jóvenes: ya que tienen resuelto de manera segura y eficaz, por lo común, un método anticonceptivo que las hace despreocuparse de un embarazo inoportuno. Esto es importante, así como la opción de planificar la descendencia, el número de hijos que deseamos tener.
Sin embargo, a medida que ganamos en años, empiezan otros dilemas: las mujeres de 35 años y más, muchas veces se autolimitan en cuanto a mostrarse en toda su desnudez.
Les preocupa más el vientre que sale -a pesar de masajes y ejercicios-, los senos flácidos, que disfrutar de unas horas de ciertas “locuras”, las cuales no son exclusivas de la radiante juventud.
Tenemos que olvidarnos, sin dudas, de que la única belleza no es aquella de los spots publicitarios; las mujeres de los 40 tenemos lo que se llama la “belleza madura“, y sentirse así, y saberse importante, equilibra mucho la autoestima.
Además, recordemos que la mujer con arrugas y unos kilos de más también es deseable, si ella misma está dispuesta a aceptarlo.
Impulso sexual
Todas sabemos por experiencia que el impulso sexual tiene un origen predominantemente psicológico; si no tenemos una disposición mental para pasarla bien con el sexo, no hay Tratamiento Hormonal de Reemplazo (TRH) capaz de movilizar el deseo. Los estrógenos y la propia testosterona -la hormona del deseo sexual sólo tienen una función parcial pues si no hay entusiasmo para el erotismo, tampoco habrá un compañero sexual capaz de lograrlo. El mayor afrodisíaco está en nuestro cerebro.
Después de los 50 años, sobre todo, es importante continuar con una actitud positiva hacia el sexo; resulta posible que el compañero sexual, pareja de años o reciente, atraviese su propia crisis de la mediana edad disminuyendo su respuesta sexual, problemas muchas veces justificado al echarle la culpa y al achacarle a ella su falta de potencia eréctil.
El antídoto para esos males está en regocijarse plenamente de una sexualidad desprejuiciada, que se resume en comunicación permanente y libre; es necesario no echar las culpas propias al “otro” y darse más tiempo para la expresión sexual, sobre todo haciendo aperturas, siendo más abiertos.
Cambios inevitables: Menopausia
La mayoría de nosotras sabemos que la disminución de estrógenos, después de la menopausia, juega una mala pasada, como esa serie de síntomas donde aparece el cansancio y la falta de energía, asociados a los famosos y conocidos “bochornos” o sofocos, jaquecas y sudores nocturnos. Y aunque esto no determina un estado de displacer sexual, se asocia con demasiada frecuencia a ello.
Dormir mal y sentir un gran cansancio son razones suficientes para que cualquier mujer, de la edad que sea, pierda interés hacia el sexo.
Si estamos conscientes que la menopausia no nos puede echar a perder la vida, y menos el disfrute de la sexualidad, estaremos con mayores ventajas de afrontar ese período con más recursos que aquellas contemporáneas vencidas por los malestares típicos de esa etapa de la vida.
Plan de acción
Ante todo, es importante llevar adelante un plan de acción que, colocado como un rompecabezas, arme una vida más saludable y armónica para nosotras, donde el sexo ocupe el espacio de siempre.
Sabemos que nos ataca la sequedad vaginal y eso provoca una menor elasticidad de la vagina y falta de lubricación; entonces el coito resulta doloroso o incómodo provocando en muchas mujeres hasta el rechazo y el pretexto para no “dejarse tocar”.
Claro, todas tenemos a mano la solución para ese mal, al acudir a alternativas que sirvan como lubricantes externos; uno de ellos es el aceite vegetal, no otro que contenga alcohol pues irritaría la vagina.
Conocemos también que la vagina pierde su acidez y se torna alcalina, por lo cual serán más frecuentes la inflamación y las infecciones.
Evitar ropas ajustadas, sintéticas y orinar inmediatamente después de cada acto sexual, puede evitar la entrada de microbios a la uretra y padecer de una infección urinaria.
Son simples procedimientos que debemos adoptar como cotidianos después de los 40.
En ese plan de acción, es obvia la inclusión de los ejercicios físicos; no los que hacemos habitualmente durante los quehaceres domésticos, sino otros especiales, para ejercitar los músculos de la vagina, el vientre y la espalda, que ayudan a prolongar los años de placer sexual.
Evitar los antidepresivos y las drogas como el cigarro, las bebidas alcohólicas y el café en exceso porque estropea el deseo sexual.
Como otras cosas de la vida, la sexualidad no es sólo una actividad gimnástica, es algo más global, por tanto, cuando la mujer arregla u ordena su vida en general, la plenitud sexual va a llegar como consecuencia de lo anterior.
Tomar en cuenta…
Para disfrutar de nuestra sexualidad y de la vida en si es lograr equilibrio e introspección. Practicar yoga o Tai chi, dormir ocho horas y bien, que trabajen ocho horas, y que no sólo asistan a la oficina. Las ocho horas restantes ocuparlas en expandir su conciencia, en su equilibrio emocional, en su paz interior, en su desarrollo espiritual, en comer rico, en amar, en gozar cada instante. En reencontrarse primero con su sensorialidad, con su sensualidad y su capacidad de sentir disfrutando. Y esto vale para una melodía o una puesta de sol, para una conversación motivadora o la degustación de un buen vino en la copa adecuada, para caminar descalza por la arena húmeda, o para leer un buen libro, o simplemente para disfrutar el silencio interior. Debemos disfrutar por el sólo hecho de estar vivas, de respirar, de percibir… En ese contexto, su sexualidad eclosionará en toda su gloria y majestad.
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