lunes, 17 de junio de 2013

Convivir una relación con riesgos

Vivir juntos antes del matrimonio, ¿garantiza la felicidad y estabilidad futura de una pareja?
Personas como María creen que sí. Casarse era el sueño más preciado de esa joven pero Jaime, su novio, le propuso vivir primero un tiempo juntos antes de asumir ese compromiso formal. Con tal de no perderlo, la joven aceptó y, tras dos años de convivencia, decidieron formalizar su situación y casarse. Actualmente llevan ya cinco años en matrimonio.

Convivir antes de casarse es una opción que eligen algunas parejas que creen estar convencidas de que durante ese tiempo podrán comprobar si la relación realmente funciona o no.
En algunas circunstancias eso puede funcionar, pero la realidad muestra otros casos en los cuales ese ‘periodo de prueba’ no da los resultados esperados llegando pocas veces al matrimonio o una convivencia larga.

Las ventajas
Los que están a favor de ese tipo de unión, afirman que la convivencia previa al matrimonio permite conocer mejor a la otra persona y comparar las virtudes y defectos de ambos para así saber si están listos para compartir juntos el resto de sus vidas.

Vivir así, sin compromisos, también puede ser beneficioso, ya que si la relación no resulta, es más sencilla la ruptura, pues se evita el trámite legal y los gastos que acarrea un divorcio cuando la pareja está casada, coinciden en afirmar las sicólogas Liliana Zabala y Marion Schulmeyer.

Para algunas parejas la unión libre es más bien una manera de prevenir el divorcio. “Luego de la convivencia, la pareja ya puede casarse con los pies sobre la tierra, sabiendo a qué se está metiendo porque ya tuvo tiempo para conocer mejor a su pareja”, explica Schulmeyer.

Otros expertos consideran que la convivencia fuera del matrimonio es una alternativa tan válida como el matrimonio, porque creen que el aspecto central no es el rito sino el amor que sienta la pareja entre sí.

“La relación de una pareja puede ser auténtica sin necesidad de compromisos serios, ya que si hay amor ambos disfrutarán de lo que sienten. Ahora, si se acaba el amor, los dos podrán tomar rumbos diferentes sin complicaciones”, puntualiza Zabala.

En criterio de esta profesional, conviviendo antes del matrimonio también se puede aprender a ganar experiencia en el manejo de los sentimientos. “Cada día es un nuevo aprendizaje y uno puede aprender mucho sobre si mismo viviendo bajo el mismo techo que la pareja”, dice la sicóloga.

Los riesgos
Julia y Roberto (nombres ficticios) convivieron felices y en armonía durante mucho tiempo pero todo el amor que los unió al inicio se esfumó de un momento a otro cuando ella descubrió que él tenía otra pareja, lo que les acarreó una serie de problemas.

Afectada por lo sucedido, Julia sufrió varias complicaciones de salud. Ella relata que cinco meses después de conocer a Roberto se enamoró profundamente y, sin pensarlo dos veces, decidieron vivir juntos. Producto de esa relación esa pareja tiene un hijo de un año y medio.

Ahora Julia ha quedado sola y deprimida porque Roberto ha regresado con su exmujer y le ha propuesto matrimonio.

Ese es uno de los riesgos en los que puede caer una relación. Y es que al vivir juntos, sin casarse, tanto el hombre como la mujer entran en una relación sin compromisos ni responsabilidades siendo incierto si la relación terminará formalizándose o no.

“Convivir es como ‘probar’ un poco del matrimonio antes de tomar esa decisión. Es como guiar un auto antes de comprarlo, y si no le gusta lo deja pues no hay un compromiso de por medio”, ejemplifica Arminda Carrasco.
Por su parte, la sicóloga Liliana Zabala observa otras complejas consecuencias que pueden derivar de las uniones libres.

“Pueden llegar hijos no planificados, que son al final los más afectados emocionalmente con las relaciones inestables de sus padres. Por otro lado, en caso de que la pareja decida separarse después de haber vivido juntos por mucho tiempo, la repartición de bienes puede complicarse al no haber un ‘papel firmado’, teniendo que recurrir a las leyes para exigir sus derechos, señala.
La sicóloga Arminda Carrasco enfatiza en que hay estudios que indican que convivir no ayuda a mejorar la relación luego de casarse y que por el contrario puede crear un ambiente de desgano que mas bien puede acelerar el proceso de un futuro divorcio.

También observa que hay diferencias entre el hombre y la mujer, acerca de la percepción que pueden tener cuando optan por convivir antes del matrimonio.
“Las mujeres lo pueden ver como ‘un paso’ hacia el matrimonio, para los hombres puede ser solo ‘un experimento’. Las mujeres se pueden envolver sentimentalmente mientras que los hombres pueden verlo solo como algo pasajero”, señala.

Tendencia
Los casos de convivencia o concubinato son notorios en varios países.
Bolivia no es indiferente a esa tendencia. No obstante, algunas iniciativas como las bodas múltiples que se impulsan en el país, han permitido aumentar el número de uniones civiles, entre ellas de personas que vivían en concubinato por más de 35 años.

En Bolivia, una pareja de hecho adquiere los derechos legales de una pareja casada a los dos años de convivencia.
Si bien la convivencia antes de casarse es rechazada por la Iglesia en la medida en que supone relaciones sexuales fuera del matrimonio, hay parejas que han visto en la unión libre una oportunidad para afianzar su relación. Carrasco considera que ese fenómeno es causada por la modernización acelerada de las sociedades, que provocó un cambio de los valores.

“Los matrimonios pueden ser tan funcionales o disfuncionales como una pareja que no está casada. En Bolivia no hay datos que permitan afirmar que una opción sea mejor o peor que la otra”, puntualiza por su parte la sicóloga Marion Schulmeyer

¿Convivir o casarse?

Aspectos para tomar en cuenta
Relación. El matrimonio es un compromiso sólido y a largo plazo. La cohabitación es una forma de vivir el presente sin darle mayor importancia al futuro, lo que hace frágil la relación debido a su poca proyección en el tiempo. Por ello, ante las primeras dificultades, se tiende a concluir la relación pues no hay compromiso por el cual luchar. En el matrimonio, en cambio, existe un motivo más fuerte y este anima a los esposos a conservarlo a pesar de los momentos difíciles.

Actitud. Ella quiere convivir para compartir el amor; él quiere sexo sin compromiso. Hay casos en que los varones proponen a sus parejas vivir juntos y ellas terminan accediendo por dos motivos principales: por temor a perderlo o porque piensan que así acercarán sutilmente a su novio al altar.


Individualismo. Lo tuyo es tuyo, y lo mío es mío. Aunque no es una regla general, en la cohabitación las parejas suelen ser independientes, incluso en los aprietos. Ese tipo de relación es similar a dos barcas que navegan por un mismo mar, pero cuando una se hunde, la otra sigue su camino. No hay un equipo y por ello no se comparte nada.


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