lunes, 13 de junio de 2011

¿Amigo o enemigo en casa?. Segundas nupcias

No solo es indefinible, sino a veces hasta inenarrable el sentimiento de una mujer que, sin importar el motivo, sufrió la ruptura de su matrimonio. ¿Qué hacer ante la posibilidad de un nuevo casamiento? ¿Qué pasará con los hijos?

Ximena se casó a los 17 años porque estaba embarazada. A los pocos meses de nacer su hijo se divorció porque su esposo mucho le pegaba. Luego de unos años volvió a enamorarse y finalmente llegó a contraer segundas nupcias con un hombre que tenía una hija.
Su pequeño Marquito, de sólo cinco años, se volvió rebelde, no entendía la situación y exigía a su madre que vuelvan a vivir con su padre porque él no aceptaba tener otro papá. La convivencia se tornó insostenible para la madre y su nueva pareja. Tuvieron que recurrir a un terapeuta familiar y orientador espiritual que les brindó la ayuda que estaban necesitando y, después de bastante tiempo, lograron superar este conflicto, aunque todavía a veces se presentan dificultades.
Un estudio de la Cooperación Técnica Alemana (GTZ) revela que el 72% de los matrimonios en Bolivia termina en divorcio, ocasionando la desorientación de los hijos que, en muchos casos, viven a la deriva.

Otras historias
Rosa y José no lograron mantener su unión matrimonial. Constantemente, discutían por todo y por nada. La tensión se elevó al punto que resolvieron separarse. Ese día, Rosa prometió no volver a enamorarse y mucho menos casarse otra vez.
A Roxana le sucedió algo similar. La diferencia radica en que su separación fue traumática. Su marido la golpeó antes de abandonar la casa para sentar la demanda de divorcio. La justicia resolvió todo con la separación de bienes, y ella se quedó a cargo de su hijo Juan, de cinco años.
Gustavo quedó viudo, a cargo de cuatro hijos. Pese a la necesidad de contar con una pareja para que lo ayude en el sostenimiento del hogar, no se animaba a dar ese paso, ni aprovechar las oportunidades que se le presentaban. Sus amigos lo aconsejaban que se case de nuevo. Y como trama de película, el día que resolvió hacerlo, fue con una mujer con cuatro hijos también.
En el caso de Rosa, que había jurado, como dice la canción, no volverse a enamorar, falló en su promesa. Tras un año y medio de estar sola, alejada de sus acostumbradas reuniones sociales, un día recibió la visita de un compañero de estudios en el colegio. Conversaron y acordaron ir a cenar. Terminaron enamorándose y se casaron.

Pensar cuatro veces
En el caso de Rosa, dice el psiquiatra Luis Alberto Roca, es natural la actitud, por el dolor o la rabia de la separación. Pero el tiempo es el mejor remedio y las promesas de esta naturaleza suelen ir disolviéndose mucho más ante la posibilidad de rehacer la vida afectiva. Y ahí es donde surge la primera duda, ¿me vuelvo a casar? Y sobrevienen los recelos por los resabios del divorcio.
“Mi consejo puntual a cualquier mujer separada, ante una nueva relación, no es que la piensen dos veces, sino tres o cuatro veces. Aún así, una vez tomada la determinación, deberá adoptar los recaudos de buscar consejos de familiares y de personas que la conocen, para no caer en un nuevo fracaso y así asegurar la felicidad”, señala Roca.

Familia ensamblada
La sicóloga Zulma Jerez, como terapeuta en el Servicio de Orientación Familiar (SOF) de la Iglesia católica, muchas veces se ha visto frente a consultas de esta naturaleza. ¿Qué hago? Su consejo básico es que, si hay hijos de por medio, tanto del hombre como de la mujer, se deben establecer reglas y límites. Llegar a un acuerdo. Un ejemplo que vale para Roxana y Gustavo.
“Es que se tratará de una familia ensamblada, no formada desde sus semillas básicas. Les aconsejo a no aferrarse a la idea de jamás volver a casarse, de ser solo mamá hasta el final de los días, pero hay que considerar muy bien la situación de los hijos, que formarán parte del proyecto. Todas las mujeres merecen la felicidad, pero para la segunda oportunidad hay que actuar con cautela, con previsión, no únicamente con pasión. Deberán sentarse y establecer normas internas”, dice Zulma.

Experiencia
La sicóloga Ingrid Saavedra señala que en muchas mujeres separadas prevalece un sentimiento de inseguridad. Pero la ventaja de todo esto es que ellas saben lo que quieren. Han vivido una experiencia que muchas jóvenes recién casadas podrían aprovechar muy bien si hicieran caso de los consejos. “En cualquier caso, si hay hijos de por medio, se deben fijar límites y definir el rol de cada uno en el nuevo hogar. No es fácil, por supuesto”, añade.

La vida es riesgo
Vencer el conflicto ante la posibilidad de rehacer la relación afectiva, con un nuevo matrimonio, es sumamente difícil, dice el siquiatra Nils Noya Tapia. Sostiene que todo depende de la seguridad que tenga la mujer, o el hombre, de su nueva pareja. En el caso de las féminas, la decisión dependerá de la responsabilidad con la que pueda actuar el varón en su rol de padre de hijos que no son suyos.
“Pero no todo es sentimiento, también está de por medio el aspecto económico. En síntesis, hay que considerar que la vida conlleva riesgo, o se saca la lotería o el premio consuelo. Cuando me toca aconsejar sobre esta temática, puntualizo que el éxito de la relación, ya sea el primer, segundo o tercer matrimonio, radica en el compromiso que adopte la pareja. Eso es determinante”, remarca Noya.

El hijo ve a un rival
Para la sicóloga Ingrid Morales, la dificultad de aceptar la nueva pareja del padre o la madre, radica en la ilusión continua del niño, de ver nuevamente juntos a sus papás, por lo tanto la nueva pareja se transforma en su rival.
Sin embargo, señala Ingrid, con los hijos adolescentes las segundas nupcias es un tema más complicado, puesto que ellos se rigen solos y van a hacer todo lo posible para que el padre no restablezca nuevos lazos por miedo a perder los suyos. “Es decir que los chicos temen que la pareja los desplace a ellos. Por eso, lo importante es hacerles notar que siempre serán nuestros hijos, que los queremos y ninguna persona los puede sustituir”, concluye la terapeuta familiar.

Consejos para los padres
• Hay que recordar al niño que si bien están separados, su padre (o madre) nunca dejará de serlo.
• No imponerle la presencia de la nueva pareja.
• Antes de vivir juntos, hagan que se conozcan.
• No invadan el espacio del niño (casa), para que se conozcan usen lugares públicos y divertidos donde puedan encontrar cosas en común.
• Asegúrense de que su nueva pareja no sea algo pasajero, dado que con una segunda pérdida, el niño resultará aún más dañado.
• No le impongan al niño que le diga papá o mamá a la nueva pareja.

Consejos para la nueva pareja
• Muestrense como amigo, no como intruso.
• Respeten sus espacios.
• Recuérdenle de que no quieren ocupar el lugar de su padre o de su madre, pero que pueden llegar a ser buenos amigos.
• No le impongan las cosas, ganarán más si les sugieren y les explican las cosas.

Testimonio
Me llamo Rosilde. Me divorcié hace 8 años. Hasta ahora me he mantenido sin compañero. Pensar en casarme es una idea que no descarto, pero es un tema delicado, porque estoy consciente de que al formar un nuevo hogar se establece un vínculo de familia reconstituida, donde está la pareja y sus respectivos hijos. Por eso es que me he vuelto muy selectiva a la hora de elegir un nuevo amor. Creo que una mujer debe tener a alguien a su lado, porque criar a los hijos sola es muy difícil, sobre todo cuando llega la etapa de la pubertad y los hijos varones se identifican con el padre y las mujeres con la madre. A partir de allí es que realmente definen la personalidad que los guiará el resto de sus vidas. Creo que una pareja para mí será alguien que ame a mi hijo y que tenga la valentía de guiarlo por el buen camino y la etapa de la adolescencia para definir su carácter.
No es fácil ser madre y padre, ni tampoco es lo ideal. A las mamás solas nos toca a veces abordar temas que bien lo haría un padre, y sacar fuerzas para enseñar al hijo lo que le conviene. No creo en aquello de que la mujer lo puede hacer todo bien. Por eso cada uno tiene su rol y el estado ideal es el matrimonio. Un matrimonio feliz implica hijos sanos creciendo en armonía y desarrollándose plenamente. En el caso mío, ese triángulo debe consolidarse muy bien pues deberá enamorarse con la madre y con el hijo más.



“A mi también me pasó...”
Cuando uno se separa y asume toda la responsabilidad de un hijo, la vida se torna difícil. Es que al casarse lo hacemos pensando que será para siempre, compartiendo alegrías, tristezas y realizaciones de la familia. Cuando uno se separa queda sola con esta tarea. Esta responsabilidad, que no deja de ser maravillosa, es muy difícil, porque en algún momento se precisa la presencia del papá, un rol que nosotras no podemos a veces cumplir.
No es tanto lo económico. Es difícil porque todo hijo necesita siempre la protección del padre y nosotras que somos padres y madres vemos las cosas como mamá.
Esta es la realidad más difícil, porque uno no remplaza nunca al papá. En mi caso asumo bien una nueva relación, pero sé también que no deja de tener un cierto cuidado, porque la persona que vaya a venir a formar una familia tiene que entender la situación. Es que aparte de agradarle a una tiene que involucrar a los hijos. Eso es lo que a la mujer separada le preocupa y también a la familia. Lo digo por experiencia. No se piensa en una persona sino en una o dos para apoyar. El caso adquiere gravedad cuando los retoños ya están grandecitos. Pienso que es más fácil cuando los hijos son pequeño. Por ejemplo, mi niña tiene doce años y ha aceptado a mi pareja, pero conozco a personas cuyos retoños no logran asimilar ni aceptar la relación.
Con lo que aprendí al contraer nuevo matrimonio, puedo decir que no nos vamos a olvidar que somos madres, pero recordemos que también somos mujeres, con derecho a ser felices.

Nuevas oportunidades

La sicóloga Claudia Tórrez dice que el divorcio inevitablemente genera en los hijos sentimientos de pérdida, desilusión y miedo. Para ellos resulta difícil reconocer las ganancias que la nueva unión de sus padres tienen en sus vidas. Son los adultos los responsables de ayudarles a entenderlas y de acompañarlos en el proceso de construcción de la nueva familia. Para lograrlo, se necesita que los padres tomen en cuenta algunos aspectos:

Hablen con sus hijos sobre lo que está sucediendo. Es indispensable permitirles expresar sus sentimientos, ya que los niños en un comienzo experimentan sentimientos de deslealtad hacia el otro padre cuando aceptan al miembro que llega a la familia, y sienten temor frente a los cambios que se están produciendo.

Es importante mostrar a los hijos el cambio en la nueva familia y cuál es el lugar que ocupa cada uno. Hay que hablarles de sus derechos y obligaciones, y la forma en la que esperan que ellos se comporten ahora. Se debe definir los roles, normas y la disciplina en el hogar.

Hagan saber a sus niños que no es necesario que sientan amor por su pareja y que sólo esperan una relación y una convivencia amable y con respeto.

Hay que aclararles que no deben preocuparse si la nueva pareja no tiene una comunicación cercana y afectuosa con ellos, también necesita tiempo.

Es necesario establecer horario de convivencia definidos y planear las actividades. Es importante que el tiempo se distribuya y haya momentos de cada uno solo con sus hijos. Poco a poco también se deben introducir espacios de encuentro de la nueva pareja y los niños.

Cuando se establece una nueva relación de pareja la paciencia, el amor y la constancia son indispensables para una buena convivencia.

Traten de entender cuál es la verdadera razón de la actitud de los niños, cuando responden con descontrol o mal comportamiento sin que exista un motivo. Ayúdenle a identificar sus emociones y a entender el porqué de su respuesta.

Sus hijos deben tener claro que ustedes y su nueva pareja son los encargados de dirigir el grupo. Que ellos pueden opinar, pero que las decisiones son tomadas por los adultos.

Una regla de oro es que ustedes sean respetuosos con su nueva pareja delante de los hijos. Los niños no deben presenciar ni participar en las discusiones que ambos tengan.

Es indispensable que se conserve una relación cooperativa y en el marco del respeto con la expareja.


Sofía: “Me volví a casar en segundas nupcias con un hombre que aparentemente quería y se llevaba bien con mi hijo cuando estábamos de novios, pero cuando nos casamos y nació mi segundo hijo (el primero de él), todo cambió. Han pasado algunos años y mi esposo y mi hijo no se soportan y eso me hace sufrir. No sé qué hacer”.


Fabiola: “Me separé de mi segundo esposo porque aunque primero parecía querer a mi hija, una vez viviendo juntos, empezaron los problemas y la relación cada vez fue empeorando. Incluso en dos ocasiones hasta llegó a levantarle la mano y eso no se lo podía permitir porque ni siquiera yo le pego a mi niña y decidí dejarlo antes que vinieran otros hijos”.


Bernarda: “Quedé viuda a los 40 años y nunca más pensé en volver a casarme. Me dediqué a criar a mis cinco hijos y gracias a Dios pude sacarlos a todos profesional. No quise darles un padrastro y opté por quedarme sola. Ahora que ya tengo mis buenos años encima y mis hijos ya han formado su hogar, me hace falta la compañía de una pareja”.


Gonzalo: Enviudé y quedé al cuidado de mis tres hijos. Luego de unos años me casé en segundas nupcias con una buena mujer que me ayudó a criarlos y agradezco a Dios porque de verdad que ella se convirtió en una verdadera madre, ya que ella no podía tener hijos. Creo que es posible llevar una buena relación entre padrastros e hijastros cuando hay amor y respeto “.


Karen: “Hace más de 20 años que estoy casada con mi esposo, para él fue su segunda vez y tenía dos hijos. Gracias a Dios nuestro matrimonio marcha bien, porque me encariñé de los niños y los traté con amor, como si fueran míos, aunque nunca traté de ocupar el lugar de su mamá. Mi consejo para las parejas que se casan en segundas nupcias es que den amor y que se conviertan en amigos de sus hijastros”.


Marcelo: “Tengo dos hijas y estaba enamorando con una chica con la que pensaba casarme por segunda vez, pensaba que quería a mis hijas, pero no había sido así y un día la encontré ‘in fraganti’ tratándolas muy feo y amenazándolas, diciéndoles que cuando fuera mi esposa, ellas iban a tener que pasar a un segundo plano. Fue una total decepción. Terminé la relación”.

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