La experiencia de vivir bajo un mismo techo y compartir no sólo los dulces y esporádicos encuentros del noviazgo, sino también las obligaciones y las inevitables rutinas del día a día, suele ser una de las pruebas de fuego para la estabilidad de toda pareja.
En este terreno, como en muchos otros conectados con las relaciones, la comunicación y las emociones, las mujeres parecen llevarle ventaja a los hombres,
porque se hallan más preparadas psicológicamente para afrontar los retos de la convivencia.
Al menos, es lo que se desprende de dos recientes investigaciones de los respectivos departamentos de psicología de las universidades de Michigan (UM) en
Ann Arbor, Estados Unidos, y del País Vasco (UPV/EHU), en Guipúzcoa, España.
Las razones de los hombres para cohabitar, y las preocupaciones que expresan sobre ella, difieren notablemente de las de las mujeres, según un nuevo estudio de la UM, basado en entrevistas y sesiones de grupo en las que participaron 192 personas con edades entre 25 y 30 años, la mitad hombres y la mitad mujeres, con números iguales de blancos, negros e hispanos.
Con los participantes se abordaron los aspectos positivos y negativos de la cohabitación, las razones por las cuales las parejas deciden vivir juntos, las razones para no cohabitar, y los tipos de cambio que pueden ocurrir cuando un hombre y una mujer se mudan por primera vez para vivir juntos.
“Encontramos una sustancial brecha por géneros en cómo se percibe el papel de la cohabitación en el proceso de formación de una unión”, dijo la socióloga Pamela Smock, del Instituto de Investigación Social (ISR) de la UM, que efectuó el estudio con expertas de las universidades de California, de Bowling Green y del Este de Connecticut, todas en Estados Unidos.
Las mujeres mencionaron el “amor” como una razón para vivir juntos tres veces más a menudo que los hombres; mientras que los hombres mencionaron el “sexo” como una razón para vivir juntos cuatro veces más que la referencia hecha por ellas.
Las mujeres ven la cohabitación como un arreglo de transición antes del matrimonio, en tanto que los hombres tienden a verla como una manera conveniente y con poco riesgo de determinar si la relación tiene un potencial de plazo más largo.
Asimismo, ellas creen que vivir juntos significa un compromiso menor y menos legitimidad que el matrimonio. Ellos, por su parte, ven la mayor desventaja en
el límite a su libertad, según la investigación de la UM.
ELLAS SABEN PERDONARMEJOR
Por otra parte, un estudio de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), publicado en la Revista Latinoamericana de Psicología, ha descubierto que las mujeres saben perdonar más que los hombres. Veamos.
“Una variable decisiva en la capacidad de perdonar es la empatía (capacidad de ponerse en el lugar de otra persona y sintonizar emocionalmente con ella), y las
mujeres tienen más capacidad empática que los varones”, explicó al servicio de noticias científicas SINC, Carmen Maganto, autora del estudio de la UPV, junto
con Maite Garaigordobil, ambas psicólogas.
Según las especialistas de la UPV, para hombres y mujeres “la falta de rencor” es lo que mejor define el perdón, aunque los varones dan más importancia a esta característica.
La investigación, en la que participaron 140 personas (padres e hijos con edades de entre 45 y 60 años, y 17 y 25 años, respectivamente), destaca dos condiciones claves para que tenga lugar el perdón: por una parte, el ofensor tiene que “mostrar arrepentimiento” y por otra, el ofendido “no guardar rencor”.
“Saber perdonar y tener empatía, junto con una buena comunicación, son elementos clave para que la convivencia entre una mujer y un hombre que se aman funcione y no se frustre ante las nuevas realidades de la convivencia, como el reparto de las tareas domésticas, las relaciones con la familia y los amigos, la frecuencia sexual, las necesidades y costumbres de cada uno”, asegura la terapeuta Cristina Flames, experta en psicología de las relaciones y dinámica de parejas.
“Vivir bajo un mismo techo —según la experta— con la persona amada requiere un periodo de adaptación que no todas las parejas superan, y en el cual resulta crítico el primer mes”.
Para salir airoso de este lapso de mutuo acomodamiento al otro y a todas las novedades que implica la convivencia, Flames recomienda “establecer desde el principio una serie de normas y pactos respecto de las tareas de casa, del tiempo y el espacio que cada uno necesita para sí mismo, y de cómo resolver
todas las dificultades que se vayan presentando”.
En esa etapa, según la experta, también es importante “tomar conciencia de que la convivencia no suele ser tan cómoda como el noviazgo, a veces puede ser difícil acoplarse y suelen surgir puntos conflictivos y desencuentros que crean tensiones”.
La especialista en relaciones de pareja explica:
“Aunque también hay que saber que se trata de un proceso natural de adaptación que se resuelve normalmente si se mantiene una buena comunicación, se intenta mantener un buen ambiente, se esfuerzan en los hábitos de limpieza y se evitan los agravios y desconsideraciones”.
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