lunes, 13 de junio de 2011

Cuando te vienen dudas si eres una “buena” mamá

Para llegar a ser una buena mamá tenemos que aprender el camino de conocimiento interno personal, debemos ver si realmente estamos dispuestas a dejar de lado las interpretaciones de nosotras y ver qué es lo que necesita mi hijo y lo que el desea decirme.

Nos cuestionamos: ¿Se aprende a ser madre? ¿Hay un modelo o un ideal de madre? ¿Una mujer se convierte en madre por el sólo hecho de traerlos al mundo? ¿Se puede ser maternal sin tener hijos y tener hijos y no ser maternal? Cada una de estas preguntas merece una profunda reflexión y son temas de debate permanente.

En esta oportunidad me interesa la inquietud recurrente en las madres: la inseguridad respecto a sí son buenas madres. La duda suele surgir:

• Cuando salen a trabajar y pasan poco tiempo con los hijos.

• Cuando los tienen que privar de algo o prohibirles alguna cosa.

• Cuando sienten que consienten demasiado a sus hijos.

• Cuando se fastidian porque el niño está muy cargoso.

• Cuando escuchan a sus hijos decirles por ejemplo: “No quiero ser tu hijo” o “¿Para qué tuviste un hijo si lo haces llorar?”

• Cuando su propia madre, su suegra, sus amigas o su marido incluso, hacen comentarios respecto al modo de educar a su hijo.

En esos momentos de vacilación en que dudamos de nuestra función, es bueno recordar que no existe la madre ideal, como tampoco existe el hijo ideal. Cada mujer tiene su estilo particular de ser madre: algunas disfrutan jugando, otras preparando comidas, otras inventando cuentos y canciones. Lo esencial de la función de la madre no radica sólo en la cantidad de tiempo que se les dedica a los hijos ni en las distintas actividades que se realicen con ellos.

Ser buena madre es comprender las necesidades de su hijo, aunque no pueda satisfacerlas todas. Es entender que una de las necesidades de los hijos es tener una madre humana, con fallas y debilidades, para darles a ellos la oportunidad de reclamar, de pedir, de defenderse, de expresar su insatisfacción, de equivocarse también, sin sentir que eso los hace peores como hijos.

Todo niño necesita para un desarrollo saludable una madre suficientemente buena; no perfecta, solo suficientemente buena. Por lo general, en las primeras semanas de vida, la madre se acopla y se adecua casi perfectamente a las demandas del bebé, respondiendo al instante y ante toda petición. Pasado el tiempo, la madre se transforma en una madre suficientemente buena; es decir, una madre con humanas imperfecciones, que introduce al niño a la realidad exterior.

El bienestar infantil depende de la capacidad de la madre, para desarrollar las funciones de aquellos comportamientos que aportan al niño los cuidados necesarios para su supervivencia, y para su desarrollo físico y psíquico; como por ejemplo: el amor, las estimulaciones, las caricias, etc.

Una madre suficientemente buena, es aquella que provee al niño de todo lo que necesita; incluyendo graduales frustraciones, que le permitirán a éste adecuarse al medio exterior.

A veces nos quejamos porque debemos ser mamás todo el tiempo, esto es una realidad y es normal que nos preguntemos: ¿Qué estoy priorizando, mis necesidades o el ser mamá?

Ser madre es un privilegio que la mayoría de las mujeres desean tener, pero también existen quienes por alguna razón, no tienen la suficiente vocación para tener y cuidar a su bebé. De todas formas es importante disfrutar de serlo y cada etapa de desarrollo con nuestros hijos, y sólo depende de uno en esforzarse para ser una “Buena Madre”, ya que todo se aprende.


Texto: Lic. Yackieline Y. Rodríguez Torrez - Psicóloga Clínica
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